Quiérame, dice el corazón
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Fecha de publicación 6 de mayo de 2014
Sé que usted me nombra mucho, pero poco me cuida. He tolerado que me delegue tareas que en realidad no tengo, como responder por sus amores o malquerencias y hasta dictarle sus presentimientos.
Si prefiere seguir creyendo todo eso de mí, hágalo, pero hoy tengo la obligación de decirle que soy una mera bomba de músculo que cumple una simple y prosaica función hidráulica.
Respondo por llevar la sangre a donde usted la necesita, esa es mi función. No niego que sea importante, pero hasta ahí.
Como músculo que soy necesito entrenamiento, lo que fácilmente usted me daría si diariamente en mi nombre usted trota, camina o se mueve por 40 minutos, sin fatigarse.
Sepa, además, que en sus manos está evitar ponerles obstáculos a los ductos por los que circula la sangre, si pone a raya las grasas, a ese ser abominable que se llama cigarrillo y si mantiene su presión arterial controlada.
Si no me ayuda con eso me obliga a exigirme más y a trabajar en exceso, lo que seguramente hará que me agrande, que me estire hasta volverme fofo e insuficiente.
Entienda que no necesito más de lo que requiere cualquier órgano: una buena oxigenación a través de las arterias coronarias, que usted debe cuidar. No olvide que cuando ellas fallan me veo en la obligación de protestar, porque me infarto.
Si le quedó claro, ¿qué espera? Coma sano, bájele a la sal y al estrés. Y quiérame, por favor, ¿si?.
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